viernes, 21 de mayo de 2010

Perdido por el Pacífico


Tratando de huir de la ruta turística y de los hostales llenos de mochileros me embarqué en un carguero rumbo a Nuquí, en la costa del Pacífico.

Esta zona está casi despoblada y apenas recibe turistas porque está separada del resto del país por una densa jungla, cuna del narcotráfico colombiano, donde las guerrillas y el ejército han estado luchando por décadas. Sólo se puede llegar por barco o avión, además, las guías de viaje aseguran que es zona endémica de Malaria, suficientes motivos para que los "gringos" ni se acerquen....

Fui a Buenaventura, principal puerto del pacífico, donde Homero, capitán del "Don Liba", me citó a mediodía para emprender el viaje de 20 horas hasta Nuquí. Al entrar al camarote, el destino me juntó con un grupo de pescadores/submarinistas de Cali que acabaron adoptándome por 4 días y me enseñaron no sólo la zona, sino el cariño y el calor de los colombianos, la mejor gente que he encontrado hasta hoy. Llevaban día y medio esperando a que saliera el barco, yo tuve suerte, sólo tuve que esperar 6 horas, mientras cargaban suministros para los pueblitos de la costa; comida, bebidas y hasta 5 cerdos del tamaño de una vaca cada uno....


Antes de llegar a Nuquí, me quedé con mi nueva familia en Arusí, un pueblito de una calle, sin apenas electricidad ni agua, donde Elena nos alojó en una maravillosa casa en la playa.



Durante el día, descubrí todos los secretos de la pesca con Attilio (italiano de nacimiento, pura pasión) y porla tarde, buceo y puestas de Sol en altamar... El Capitán Parra (viejo lobo de mar, pura sabiduría!) pescó un Bravo gigante y después me ensaeñó a hacer un delicioso ceviche con él. Por las noches, cervecitas frescas en la tienda de Hernando "El profesor", que tenía tantas ganas de conocer Canarias que le regalé la camiseta de las islas como adelanto de su visita.




Nelda nos cuidaba como a sus propios hijos, nos cocinó las exquisiteces de la zona; Arroz de coco, patacón de plátano, mechadito de bravo, ahumadito de atún y fritadas de pescado. Todo hecho con lo que fuera que hubiera suerte de pescar esa misma mañana. En un paseo en la barca, nos arrimamos a un barco camaronero y Andrés le pidió al capitán que nos regalase unos camaroncitos. Cuando pensé que el buen hombre iba a meter un puñado de bichos en una bolsita, agarró una pala y nos regaló una caja de unos 4 kilos de camarones frescos, al día siguiente festín en la cena!!!

Pasenado por las interminables y desiertas playas me crucé con algunos habitantes afrocolombianos de la zona, todos sonrientes y amables, interesados en saber de dónde venía y en enseñarme las maravillas de la zona. Encontré una preciosa mansión en la playa, abierta de par en par, convencido de que era un hotelito entré como Pedro por su casa hasta la cocina. Resultó ser la casa de Doña Marta, a la que casi le dío un infarto cuando se giró y me voy allí plantado.... No se enfadó, ni me disparó, ni nada por el estilo; me hizo un zumo de frutas fresquito y me contó cómo llegó de Medellín hace 17 años y nunca más se marchó.


Visité las termas de agua caliente, donde encontré unos 15 negros enormes oyendo salsa y bebiendo desde el día anterior. Me obligaron a meterme en el agua y a beberme casi media botella de aguardiente. Uno de ellos me pidió un favor: "Cuéntale a todo el mundo que aquí sólo hay buena gente, que vengan a vernos, que este es el sitio más lindo del planeta...". Como Sabina, yo siempre cumplo pactos cuando es entre caballeros, y no he hecho otra cosa desde entonces!

He tenido la suerte de ver muchos sitios y conocer mucha gente a lo largo del viaje, pero no creo que ninguna otra experiencia me marque tanto como lo hicieron mis días en Arusí. Su maravillosa gente me enseñó lo ricos que son sin tener apenas nada, y lo feliz que se puede llegar a ser viviendo el día a día, sin prisas, sin estrés, sin miedo ni envidia, ajenos a todos los problemas que trae consigo la vida moderna. Nunca he visto niños tan felices, poco tienen y poco necesitan, un chupachups les alegra el día, y la playa y la selva son su patio de juegos...

Tras 4 días de ensueño, fui en barca hasta Nuquí, nunca antes me sentí tan triste de pisar la civilización. La costa me despidió con tormenta, la cual tuvimos que desafier en una avioneta de 15 plazas para volar a Medellín, de donde escribo ahora. Sigo adelante con una idea que hace días me ronda la cabeza: Me iré algún día de Colombia?


6 comentarios:

  1. vaya vaya, dionisio ,solo las fotos reflejan lo que tu también relatas, espero que sí que te vayas de colombia egoistamente para que vuelvas, pero entiendo el enganche que te has cogido. Y doña Marta una santa, me pasa a mi y me caigo redonda. Una preciosidad todo ENVIDIA ES LO QUE TENGO

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  2. precioso , precioso, precioso.. sigue disfrutando gati
    te quiero

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  3. Hola primo,
    me acabo de quedar "pasmada" leyendo tu blog, que bonita experiencia que sigues viviendo, vaya lugares y vaya historias.....
    te mando un beso muy fuerte y mucha energia para que sigas adelante con tu aventura....
    besito
    yamnia

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  4. eso jone sigues asi, que tal medallo y las paisaaasss, ojo que no te amarre una antioqueña
    un abrazo
    attilio

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  5. Por fín encuentro el nuevo blog. No sé, pero la experiencia es cada vez más alucinante. El viaje en el barco de Homero... La casita de Elena en la playa... Atilio... Hernando... y tanta gente buena que te vas encontrando por el camino. ¿Cómo vas a volver pa trás? Te quedan muchas cosas que vivir y contar. Me alegro por tí que puedes vivirlo. Y... Pálante sin resongar

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  6. Ey pregunta, cómo hago pa contactarme con los barcos cargueros? Cualquier recomendación sirve, y cuánto puede costar un hospedaje?

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