martes, 10 de enero de 2012

Navidades en Africa



Llegaron las navidades! No tenía vacaciones y una cosa estaba clara: No me apetecía hacer una cena navideña con toda la parafernalia en Bangui, un contexto en el que los excesos de comida y alcohol de la nochebuena no encajan demasiado... Así que buscando un plan alternativo, algo especial, que marcara mis primeras navidades en Africa (algo me dice que no serán las últimas), me junté con Gloria, Lauren y Chirstoph y decidimos irnos a BAYANGA!!

Qué es Bayanga? Un pueblo en la esquina Sudoeste de la República Centroafricana, en plena selva tropical, allí está el parque DZANGA-SANGHA, 400 hetáreas de reserva natural en la tierra de los BAAKA, los Pigmeos, que habitan la zona con permiso especial de caza y y pesca para su subsistencia. El parque alberga una de las mayores poblaciones de elefantes del mundo y la única reserva de Gorilas salvajes que se puede visitar a día de hoy.

Llegar a Bayanga no es fácil, 17 horas de carretera, 13 en marcha y 4 repartidas entre diferentes escalas técnicas, a saber; Comida, parada en una gendarmería local donde no querían dejarnos pasar, 2 pinchazos de ruedas, sacar el coche de una zanja e la que se quedó atrapado y reparar la bomba del líquido de freno, que se rompió en 3 pedazos! Esta última reparación, simplemente impresionante!!! Descubrimos el problema en un puesto de seguridad de un pueblo cuyo nombre no recuerdo, en 5 minutos había 15 personas alrededor del coche, yendo y viniendo con sus motos para traer todo tipo de herramientas y remiendos caseros, finalmente, entre nuestro chófer y un mecánico local, consiguieron rehacer la bomba con... Atención! 3 botes de SuperGlue, una bolsa de ceniza y un filtro de un cigarro!!! (Lo prometo! No había visto nada igual en mi vida...!)





Al llegar a Bayanga, el Sangha Lodge nos esperaba, un complejo de cabañas a la orilla del río, propiedad de Rod, un agente turístico y viajero Sudafricano, enamorado de Africa que llegó un día y decidió que allí se quedaba.



Bayanga es el único enclave verdaderamente turístico del país, aún así, permanece casi virgen, las carreteras apenas son transitables y sólo haz dos posibilidades de alojamiento, esto complica el viaje, pero garantiza que una vez allí, todo lo que ves es real, en plena naturaleza, y cada visita supone al menos una hora de coche y otra a pie para visitar las reservas de animales.

La primera visita, los elefantes; En medio de la selva, tras recorrer un kilómetro a pie guiados por los pigmeos, se abre un claro de varios kilómetros cuadrados, la salina, punto de encuentro de los elefantes de la región. Al llegar, hay que escalar a una tribuna de manera de acceso a una vista priviligiada del espectáculo: 64 elefantes se han reunido hoy para refrescarse, bañarse y hundir sus trompas en pequeños agujeros en el suelo para consumir las sales minerales del agua subterránea.

Al llegar el silencio inunda la enorme salina, los elefantes simplemente están ahí, apenas se mueven o interactúan entre ellos, pero después de un rato de observación comienzas a entender su comportamiento, la forma de relacionarse y las dinámicas sociales entre padres, hijos, jefes de manada, etc... De vez en cuando dos pequeños juegan y uno de ellos emite su grito de "trompeta" ensordecedor, imposible imaginar cómo sonaría su papá, que le triplica en tamaño.

Hemos tenido suerte, Andrea Turkalo, madrina de la reserva, y una de las más reconocidas especialistas en elefantes del mundo nos explica cómo funciona la manada, la lucha entre los machos dominantes, la jerarquía social y nos explica cómo se relacionan entre ellos. Andrea vive en bayanga desde hace 25 años, pero no siempre es fácil encontrarla, en dos días se irá a las bahamas a dar una conferencia. Vaya lujo haberla tenido de guía!!





Al día siguiente nos esperaban los gorilas! Hay que levantarse muy temprano, de nuevo una hora de coche, cortando la carretera a través de la selva para llegar al campamento de los cuidadores del parque. Todos son pigmeos, su trabajo es mantener a los gorilas protegidos de la manos de los hombres, sólo 6 personas al día pueden visitar la reserva, y sólo durante una hora pueden estar en contacto con ellos. Hay unas 150 familias de gorilas en todo el parque, pero sólo 2 son accesibles para los visitantes, los guías pigmeos se encargan de seguirlos, controlar su salud y guiar a los visitantes a su encuentro, ya que no pasan nunca dos noches en el mismo sitio.

Después de una hora adentrándonos en la selva, no hay suerte, un elefante se escapó de su manada y asustó a los gorilas, están escondidos, así que toca esperar y tener paciencia... Al rato, nos dicen que los han encontrado, de pronto, en medio del espesor de los árboles, un pequeño de pocos años juega colgado de un árbol, de pronto hay dos, tres, al dar un par de pasos encontramos a la familia completa!





Desde el principio una cosa queda clara, son personas! Nos miran, nos observan tanto como nostros a ellos, no dejan que les hagamos fotos y les sigamos durante unos 5 minutos hasta que deciden que ya es suficiente, luego se dan la vuelta y se alejan con cierto desprecio... Están acostumbrados, no les molestamos, pero nos dejan claro que es su casa y aquí mandan ellos.

Cuando aparece el jefe de la manada (El espalda plateada), nos quedamos boquiabiertos, es inmenso, debe pesar unos 600 kilos, es tranquilo, come delante de nostros y nos mira de reojo. Sabe que no somos una amenaza, pero está preparado para defender a su de familia ante cualquier sorpresa. La dinámica se repite, nos deja observarlo un rato y luego se pierde en la selva... Le seguimos durante una media hora, de nuevo la misma sensación, son personas! Si cruzas la mirada con él, notas cómo te entiende, sabe qué eres y qué haces allí. La experiencia es impresionante!!!







Tras una hora de jugar al escondite con los gorilas toca volver, una sensación te invade de pronto, más de 2 horas caminando en medio de un bosque tropical, tan denso que la luz del sol apenas se intuye entre el verde... Estamos perdidos! Jamás encontraríamos el camino de regreso por nuestros propios medios, no sobreviviríamos ni una noche solos en esta selva... Los pigmeos se ríen, nos señalan el camino y nos guían de vuelta, esta es su casa, y la conocen como la palma de sus diminutas manos.



Volvemos al Hostal, hoy es 25 de Diciembre, hoy es Navidad. Rod nos propone un paseo en barca por el río para ver la puesta de sol. Nos da una pequeña nevera de playa, agua, cerveza fresca y una botella de champán que trajimos de bangui. Al sol del atardecer brindamos, escuchamos música chillout y dejamos que la selva nos regalara las mejores navidades de nuestra vida (perdóname madre...).





Esa noche los pigmeos del pueblo vinieron al hostal a cantar y a bailar, no es exactamente una atracción turística, vienen desde sus casas, vestidos con las mismas ropas con las que trabajan cada día y acaban su día como lo hacen siempre, bailando y cantando! Sólo que esta vez lo hacen en frente de un grupo de blancos, que a ratos se apuntan a la danza, pero que necesitarían años de clases de danza para moverse como lo hacen ellos... Tengo la sensación de que no acabn de entender qué pasa a su alrededor, pero ni falta que les hace; viven tranquilos, sin prisas, sin miedo, la selva es su casa y los visitantes son bien recibidos. Con eso basta.





De vuelta a Bangui (esta vez el viaje lo hicimos en avión), nos miramos y estuvimos de acuerdo, Fin de Año también tenía que ser especial! Así que preparamos el equipo de acampada, la barbacoa, y nos fuimos a partir el año bajo las estrellas junto a las cataratas de Mbaiki. A las 6 ya es noche cerrada, así que entre brindis, carne a la brasa y risas aguantamos hasta la medianoche. Luego a dormir al aire libre con el manto de estrellas sobre nosotros y el sonido salvaje del río y los animales alrededor. Africa nos regaló un maravilloso día de año nuevo, y con él el primer baño!



Al acercarse las navidades uno siempre siente pena de estar lejos de casa, pero este año ha sido diferente, la pena es que "casa" no estuviera aquí, en Africa!

lunes, 9 de enero de 2012

Puesta al día

Se han ido 5 meses sin escribir... Ya estoy en la recta final de la misión y casi todo lo que tengo en la cabeza suena ya a despedida, pero los últimos meses han sido una locura de acontecimientos y experiencias. Entre vacaciones, cursos y viajes de trabajo, unas 70 horas de avión para recorrer casi 51000 kilómetros!

Las vacaciones me llevaron a Canarias, visita obligatoria para la boda del Graziani, evento que no podía perderme por nada del mundo, para después hacer una parada relámpago en Madrid, con sus correspondientes cañas y tapas, y de nuevo un avión rumbo a Corea!



12 días entre Seul y Daegu, que apenas dieron tiempo a conocer la interminable capital, impresionante ciudad, la comida buenísima, y sin duda, lo más espectacular, los paseos nocturnos; bien a pie, recorriendo las enormes avenidas y perdiendote en los laberintos de mercados, llenos comida y más comida, pescados, mariscos y frutas irreconocibles; o en taxi, cruzando el río en plena noche, flanqueado de rascacielos futuristas y luces interminables, te deja con la boca abierta! Si además vienes de pasar 8 meses en el corazón de África, te lleva un buen rato asimilar todo lo visto antes de rendirte al sueño...







Tras las vacaciones, apensa un mes de trabajo y de vuelta al avión, rumbo a Suiza, al cuartel general de La Cruz Roja a realizar el curso de Integración. 3 semanas intensivas, 28 compañeros de casi 20 países diferentes!

Generalmente el curso hay que hacerlo antes de salir a la primera misión, algunos no pudimos por problemas de fechas, así que tuvimos que interrumpir el trabajo para ir a Ginebra. Son 3 semanas alucinantes, clases teóricas y prácticas, simulaciones de situaciones de conflictos y preparación para todo aquello que te puedes encontrar durante una misión. La gran experiencia no es nada comparado con la gente que conoces allí; amigos de todas las razas y nacionalidades, juntos durante 22 días.

A veces, a la hora de la comida, miraba mi alrededor y no dejaba de alucinar pensando que en poco tiempo estaríamos repartidos por el planeta, pasaba lista con mi mirada, Sebastian estará en Colombia, Jad en Irak, Agnes en Tailandia, Nicolas en Guinea... Poco a poco me iré cruzando con muchs de ellos por el mundo, todos somos diferentes, pero todos somos un poco iguales, en nuestras ciudades, en nuestras casas, somos los que no terminan de encajar del todo... Sin duda una parte de mi se siente totalmente "en casa" rodeados de todos ellos!!!







De camino a África, parada de 24 horas en Casablanca con Christoph, compañero de misión, de casa y amigo para siempre. Recorrimos la ciudad, comimos las exquisiteces marroquíes y viositamos la mezquita. Ya estamos planeando una gran aventura juntos, yo ya recorrí Sudamérica, el ya recorrió media África, parece que tendrá que ser Asia!!!





De vuelta en Bangui, apenas dos meses más de misión, con las navidades por medio, el año se terminaba y tenía que poner en orden mi cabeza, mis planes, mis fotos y compartir con ustedes algunas de las cosas que me habían pasado...

sábado, 6 de agosto de 2011

Y ahora a Rafaï!



Ha sido mucho tiempo sin escribir, los últimos meses se han ido volando, y no encontraba el momento de sentarme y dedicarle el tiempo necesario a poner las cosas en orden para luego compartirlas en el blog...

Han pasado muchas cosas, desde una escapada a Paris, hasta una visita relámpago a Las Palmas para visitar al dentista, ni decir tiene que aquí no hay, si te duele una muela, te la quitan y a otra cosa! Así que aunque parezca una frivolidad, era un viaje necesario...

Además, a causa de cambios operacionales, me han cambiado de destino dentro del país, ahora divido mi tiempo entre el NorOeste y el SudEste del país, de Paoua a Rafaï, de la Sabana a la Selva Tropical... Parece que las cosas me vienen rodadas una vez más, cuando ya me había acomodado en mi destino anterior, cuando lo tenía todo controlado, cuando la rutina empezaba a asomar la cabeza, me propusieron un cambio, un nuevo reto y una experiencia diferente. A veces se alinean los planetas...


Nicole se marchó a Burundi y vine a sustituirla a Rafaï

Rafaï es un pequeño pueblo en la esquina del país, junto a la frontera con la República Democrática del Congo (siempre desconfié de los países que reivindican ser democráticos en su nombre, pero eso no viene al caso ahora...). Es uno de los tres enclaves donde estamos trabajando en la zona, así que aún queda mucho por descubrir. La zona está en plena selva tropical, a dos horas de vuelo desde Bangui, y al menos 3dias por carretera, que se pueden convertir fácilmente en una semana durante la temporada de lluvias, que dura desde mitad de Julio hasta mitad de Septiembre.

Volar a Rafaï es descubrir el lado más salvaje y hermoso de la República CentroAfricana, los paisajes son diferentes a cualquier otro sitio que yo haya vista nunca, y las horas de vuelo me las paso hipnotizado mirando por la ventana, Africa no se acaba nunca, y siempre hay un sitio más lejos que explorar, una realidad un poco más dura que descubrir, y un paso más atrás en el tiempo que dar, dudo que una vida sea suficiente para conocer Africa!





En Rafaï estamos haciendo un trabajo muy particular, damos asistencia a varios campos de desplazados/refugiados que se han establecido en el pueblo, cuatriplicando la población en pocos meses, y viviendo en las condiciones más básicas que se puedan imaginar...


El progreso vino por aquí, pero no se quedó...

Voy a intentar explicarles un poco la situación de estas 15.000 personas; no es muy evidente si su estatus es "desplazados" o "refugiados", los primeros son aquellos que se establecen en un lugar diferente dentro de su propio país, los segundos, lo hacen en un país dieferente al suyo propio. Esto es muy sencillo de entender, pero aquí las cosas son diferentes, todos vienen de poblaciones cercanas, unas pertenecen a CentroAfrica y otras al Congo, pero eso no significa demasiado para ellos, esta es su región, lo ha sido durante siglos y siempre lo será. No tienen pasaporte, nacionalidad ni patria, la frontera es un invento que alguien trazó un día sobre un mapa, son familias, grupos étnicos y pueblos vecinos, eso es todo.



Tienen sin embargo algo en común, han dejado sus casas, sus pueblos, para comenzar de nuevo en otra parte, huyendo de conflictos y de peligros, confiando en que juntos será más fácil empezar de cero, sientiéndose más protegidos, más unidos.



Cada visita a Rafaï es por si sola una aventura, nunca se sabe cuánto durará ni cuándo podré regresar. Estoy prácticamente incomunicado, suele haber cobertura de móvil, pero a veces, el encargado de mantenimiento de la antena decide desaparecer un par de semanas, y la zona se queda sin comunicación... Hay un par de vuelos a la semana, pero estamos en plena temporada de lluvias, y aquí cuando llueve, el cielo se cae sobre la tierra, y las tormentas tienen la violencia extrema con que la naturaleza trata a Africa una y otra vez, así que es fácil que el avión no pueda llegar hasta aquí, y que una visita de cuatro días se convierta en una estancia de dos semanas!



Así que ese es el ritmo, sin estrés, sin móvil, sin noticias, sólo naturaleza, trabajo por hacer y vida tranquila. Estamos dando acceso a agua potable a los diferentes campos de desplazados de la zona, un sistema durable y sencillo de mantener, para garantizar que puedan contar con agua en este comienzo de su nueva vida. El aumento de la población se ha disparado, y apenas había agua ya para los pocos habitantes del pueblo antes de la llegada de los nuevos vecinos, así que hemos trabajado a destajo desde que se advirtieron los movimientos de los desplazados, a mediados del año pasado. Primero con un sistema de urgencia de abastecimiento de agua, y luego con un sistema definitivo de perforaciones y bombas de agua, que yo he tenido la suerte de completar.









Tengo una pequeña casita en la misión católica, donde los padres franciscanos tienen su iglesia, una escuela con más de 350 alumnos y un taller de carpintería donde forman a carpiteros y artesanos para darles un pequeño oficio. Cada día me levanto a las 6 de la mañana y como muy tarde, a la cama a las 9 de la noche. Debo caminar unos 10 kilómetros cada día por el pueblo, visitando los distintos trabajos y hablando con tanta gente como puedo. Soy algo así como la atracción del pueblo, el "Mosongo" (blanco), todos me conocen y a veces me siento como en "El Show de Truman", todos saben donde estoy y qué hago en todo momento, pero no me molesta, son nobles y amables, me siento afortunado de convivir con ellos, y cuando paseo y oigo: "bonjour, Ioné!", no puedo evitar sonreir y sentirme feliz.



El pueblo está divido por un río, y para cruzarlo sólo hay piraguas o una pequeña plataforma metálica arrastrada a motor por cables de acero, cruzar puede suponer 20 minutos o 3 horas, nunca se sabe, a veces se rompe el motor, otras veces el cable, de vez en cuando el encargado se queda dormido entre los arbustos y nadie lo encuentra, y otras veces hay una cola de tres camiones para cruzar, así que, como para todo lo demás, las prisas no ayudan, y poco a poco vas desarrollando la paciencia necesaria para ponerle a todo una sonrisa...





En la misión católica se vive bien, comemos de maravilla, y todo el mundo parece estar siempre de buen humor, las condiciones serían penosas comparado con Europa, pero duermo a unos 75 metros del campamento de desplazados, así que me siento como en un hotel de 5 estrellas, tengo electricidad un par de horas al día y una pequeña ducha para mi solo, lo cual me hace sentir hasta culpable muchas veces. Es increíble como podemos cambiar nuestra mentalidad, a veces pienso el ataque de histeria que supone encontrar un bicho en casa en Canarias, y aquí comparto mi habitación con arañas, ratones, cucarachas, y un largo etcétera, y ya ni me molesto en intentar echarlos. Sin embargo, hay cosas que no dejan de sorprenderme, una mañana entré al baño y me encontré una cría de cabra escondida detrás del retrete (???), y hace un par de noches, un extraño sonido me despertó a las 3 de la mañana, casi me muero de miedo cuano vi que un murciélago sobrevolaba mi cama como un loco, intentando encontrar la salida de la habitación. No voy a mentir, me acojoné mucho!



Cada día, pase lo que pase, al caer la tarde, me voy al campo de desplazados a dar un paseo, los hombre vuelven de trabajar en el campo, las mujeres preparan la cena, y los niños se juntan hambrientos en torno a sus casas. Es el mejor momento del día, me inspira y me relaja, le da sentido a lo que hago, a cada esfuerzo, a cada minuto dedicado a ellos. Me sorprende y me sobrecoge la energía que desprenden, el cariño con que me tratan, y la sonrisa imborrable en sus caras... Son ellos los que han vivido una tragedia tras otra, los que no tienen nada, los que sobreviven cada día sin saber si habrá mañana, y aún así, son ellos los que me reconfortan a mí. Yo sólo les doy agua, me siento en deuda con ellos cada día...


Brocheta de termitas, delicatessen de la zona...





Por el momento quedan unos días de trabajo en Rafaï, y después continuaremos en otras zonas d ela región, aún queda mucho por hacer, así que esta nueva etapa no ha hecho más que empezar.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Sin prisa pero sin pausa



Así es como trabajo aquí, así es como vivo.

Hace mucho tiempo que no encontraba un rato para sentarme a escribir, y esto me ha hecho pensar, antes tenia mucho tiempo libre, a dónde se ha ido? Pues sigue aquí, no se ha ido a ninguna parte, sólo se ha transformado. Poco a poco vas entrando en el ritmo local y la percepción del tiempo cambia, porque nuestras prisas y nuestro estrés no sirven para nada, al menos aquí.

Cuando llegué, me sorprendía la capacidad de la gente de pasar horas, días, semanas, a la sombra de un árbol, sin hacer nada más que ver pasar la vida y hablar de lo que tocase, cada vez los entiendo más, cada vez me siento más cercano. Nuestra obsesión con el tiempo no encaja en un continente donde todo lo que se puede retrasar se retrasa, todo lo que puede fallar falla y todo lo que puede romperse se rompe, nadie sufre por un contratiempo, a pesar de que el hombre blanco traiga sus prisas y sus calendarios, siguen viviendo inmunes a la esclavitud del tiempo.

Me da vértigo pensar todas las cosas que somos capaces de hacer en 24 horas en Europa, trabajo, compras, desplazamientos, vida social... casi acaba uno por sentirse culpable de parar y desear no hacer nada, hasta el ocio se convierte en una obligación que nos asegura que nuestro tiempo no es malgastado! ¿Cuánto tiempo nos queda para nosotros? Pues así, sin darme cuenta, mi tiempo libre se ha convertido en mi tiempo, sigo sin saber muy bien si saco algo de él, pero ya es mío, y no quiero ni pensar en tener que entregarlo...


Curioso esto me me dieron, un bote de sanguijuelas!



Miro la fecha de mi última actualización, no puedo creer que ya hace un mes! Muchas cosas han pasado, pero sin duda nuestro trabajo en el hospital de Paoua ha sido la mejor de todas. Es un hospital pequeño, pertenece a Médicos Sin Fronteras, y da atención médica gratuita a un área enorme, nadie sabe realmente cuántos beneficiarios potenciales puede tener, yo creo que unos 30.000, pero lo que si se sabe es qué sería de ellos si no fuera por él.

El hospital, equipado incluso con quirófanos, utiliza unos 18.000 litros de agua al día, y se alimenta de un sólo pozo y una bomba que no funcionaba demasiado bien. Fuimos a verfificar la instalación y descubrimos que el problema era algo más grave de lo que parecía, había que cambiar la bomba y desbloquear la filtración del pozo, que apenas recibía agua debido a la acumulación de barro. Dos días de trabajo intenso, viernes y sábado hasta las 10 de la noche, mientras tanto, dos camionetas encargadas de recorrer todos los pozos de Paoua con bidones de 1000 litros para mantener llenas las resevas del hospital.

Poco tiempo para comer y menos para descansar, pero una idea no abandonaba mi cabeza, este esfuerzo vale más que cualquier otro que haya hecho jamás en un trabajo, no existe una manera mejor de dedicar tu energía! Cuando el trabajo estaba casi terminado, nos dimos un paseo por el hospital, ajenos a lo que había pasado, los pacientes, la mayoría niños, apenas salían de sus respectivos estados de conmoción para observarnos con tímida curiosidad.

Decidí volver a casa, coger la bolsa de 200 chupa-chups que compré en Makro antes de venir y hacer otra visita a los niños. Uno acababa de salir del quirófano, aún medio anestesiado tuvo fuerzas para dibujar una medio sonrisa y apretar su regalo entre sus manos recién vendadas, acababa de perder todos sus dedos. Reuní toda la fuerza que tenía para no venirme abajo y poder devolverle la sonrisa, cada uno de los niños me partío el alma, todos menos una niña. Tenía la pierna rota después de ser atropellada por un motorista borracho, rebañaba con sus dedos una lata de atún y no paraba de sonreir, orgullosa de su aventura, le hice una foto, le prometí que se la imprimiría en la oficina y se la traería en un rato, "no te vayas corriendo a ninguna parte, que vuelvo enseguida", le dije. Por supuesto cumplí con mi palabra, ella me esperaba con la misma sonrisa... Quién lo iba a decir, uno de los mejores días de vida es uno en el que he trabajo más de 14 horas!!!





En cuanto al resto de proyectos, una vez finalizado todo lo que quedaba pendiente cuando llegué, hemos comenzado con los nuevos trabajos. Muy básico, darle acceso al agua a quienes no lo tiene. Ahora estamos construyendo pozos para 15 pueblos, un total de 4900 personas, pero no se trata sólo de darles agua, hay que enseñarles a usarla y a cuidarla, la mayoría de las enfermedades que sufren se deben a la falta de higiene, construir un pozo es la parte fácil, conseguir que se laven las manos antes de cocinar es cambiar una costumbre de muchos años, y eso es muy difícil!!

En cada pueblo se repite la misma situación; familias que vuelven a sus hogares después de años viviendo en la selva huyendo de la guerra, vuelven de sobrevivir y comienzan la vida de nuevo. Algunas mujeres (ellas son las encargadas) caminan hasta 4 horas para ir a buscar agua en el bosque, cuando tengan el pozo en el pueblo ¿Qué harán con esas 4 horas de más al día? Es complicado esto de la ayuda humanitaria, casi siempre, solucionar un problema puede crear otro nuevo, así que hay que ir poco a poco...




Indispensable la colaboración popular...





Cada día de trabajo supone mucho tiempo en coche, a veces tardamos hasta 2 horas en recorrer distancias de 30 kilómetros, las carreteras (de tierra, por supuesto) quedan destrozadas cada vez que llueve un poco, pero cada viaje te da alguna sorpresa nueva, así que no puedes quitar los ojos de la carretera. Desde vehículos cargados de mercancía y gentes hasta casi no poder andar hasta procesiones de mujeres hacia los mercados itinerantes, llevando sus productos en equilibrio sobre la cabeza, y alguna que otra sorpresa más...





Las noches en los pueblos siguen siendo el mejor regalo, ahora vamos a trabajar más de 3 meses en la misma zona, así que hemos alquilado dos casas en un pueblo, para tener un pequeño almacén y cobijo de la lluvia, pero yo sigo durmiendo fuera, prefiero tener que correr en mitad de la noche si llueve, compensa por poder quedarse dormido bajo las estrellas. Una mamá del pueblo nos hace la comida cada noche, tarda unas tres horas en buscar la leña, hacer el fuego y cocinar, le damos 1,5€ cada uno por día, salario más que generoso en este pueblo. Por más que me quede muchas veces en el mismo pueblo, los niños no dejan de observarme y seguirme, les encanta que les haga fotos y posan siempre que se los pido. Cada noche que paso en el pueblo me ayuda, me calma y me relaja, le da sentido a todo, ellos mi se imaginan todo lo que me enseñan!!!


Acabado de salir del colegio...





Bueno, espero no volver a tardar tanto en escribir, pero sobre todo espero poder transmitirles un poquito de lo que estoy viviendo aquí. África está jodida, jodidísima, sinceramente no se si hay solución para esta gente maravillosa, pero no dejaré de seguir trabajando, haciendo el poquito que está en mi mano, seguro que es mejor que nada...