sábado, 6 de agosto de 2011

Y ahora a Rafaï!



Ha sido mucho tiempo sin escribir, los últimos meses se han ido volando, y no encontraba el momento de sentarme y dedicarle el tiempo necesario a poner las cosas en orden para luego compartirlas en el blog...

Han pasado muchas cosas, desde una escapada a Paris, hasta una visita relámpago a Las Palmas para visitar al dentista, ni decir tiene que aquí no hay, si te duele una muela, te la quitan y a otra cosa! Así que aunque parezca una frivolidad, era un viaje necesario...

Además, a causa de cambios operacionales, me han cambiado de destino dentro del país, ahora divido mi tiempo entre el NorOeste y el SudEste del país, de Paoua a Rafaï, de la Sabana a la Selva Tropical... Parece que las cosas me vienen rodadas una vez más, cuando ya me había acomodado en mi destino anterior, cuando lo tenía todo controlado, cuando la rutina empezaba a asomar la cabeza, me propusieron un cambio, un nuevo reto y una experiencia diferente. A veces se alinean los planetas...


Nicole se marchó a Burundi y vine a sustituirla a Rafaï

Rafaï es un pequeño pueblo en la esquina del país, junto a la frontera con la República Democrática del Congo (siempre desconfié de los países que reivindican ser democráticos en su nombre, pero eso no viene al caso ahora...). Es uno de los tres enclaves donde estamos trabajando en la zona, así que aún queda mucho por descubrir. La zona está en plena selva tropical, a dos horas de vuelo desde Bangui, y al menos 3dias por carretera, que se pueden convertir fácilmente en una semana durante la temporada de lluvias, que dura desde mitad de Julio hasta mitad de Septiembre.

Volar a Rafaï es descubrir el lado más salvaje y hermoso de la República CentroAfricana, los paisajes son diferentes a cualquier otro sitio que yo haya vista nunca, y las horas de vuelo me las paso hipnotizado mirando por la ventana, Africa no se acaba nunca, y siempre hay un sitio más lejos que explorar, una realidad un poco más dura que descubrir, y un paso más atrás en el tiempo que dar, dudo que una vida sea suficiente para conocer Africa!





En Rafaï estamos haciendo un trabajo muy particular, damos asistencia a varios campos de desplazados/refugiados que se han establecido en el pueblo, cuatriplicando la población en pocos meses, y viviendo en las condiciones más básicas que se puedan imaginar...


El progreso vino por aquí, pero no se quedó...

Voy a intentar explicarles un poco la situación de estas 15.000 personas; no es muy evidente si su estatus es "desplazados" o "refugiados", los primeros son aquellos que se establecen en un lugar diferente dentro de su propio país, los segundos, lo hacen en un país dieferente al suyo propio. Esto es muy sencillo de entender, pero aquí las cosas son diferentes, todos vienen de poblaciones cercanas, unas pertenecen a CentroAfrica y otras al Congo, pero eso no significa demasiado para ellos, esta es su región, lo ha sido durante siglos y siempre lo será. No tienen pasaporte, nacionalidad ni patria, la frontera es un invento que alguien trazó un día sobre un mapa, son familias, grupos étnicos y pueblos vecinos, eso es todo.



Tienen sin embargo algo en común, han dejado sus casas, sus pueblos, para comenzar de nuevo en otra parte, huyendo de conflictos y de peligros, confiando en que juntos será más fácil empezar de cero, sientiéndose más protegidos, más unidos.



Cada visita a Rafaï es por si sola una aventura, nunca se sabe cuánto durará ni cuándo podré regresar. Estoy prácticamente incomunicado, suele haber cobertura de móvil, pero a veces, el encargado de mantenimiento de la antena decide desaparecer un par de semanas, y la zona se queda sin comunicación... Hay un par de vuelos a la semana, pero estamos en plena temporada de lluvias, y aquí cuando llueve, el cielo se cae sobre la tierra, y las tormentas tienen la violencia extrema con que la naturaleza trata a Africa una y otra vez, así que es fácil que el avión no pueda llegar hasta aquí, y que una visita de cuatro días se convierta en una estancia de dos semanas!



Así que ese es el ritmo, sin estrés, sin móvil, sin noticias, sólo naturaleza, trabajo por hacer y vida tranquila. Estamos dando acceso a agua potable a los diferentes campos de desplazados de la zona, un sistema durable y sencillo de mantener, para garantizar que puedan contar con agua en este comienzo de su nueva vida. El aumento de la población se ha disparado, y apenas había agua ya para los pocos habitantes del pueblo antes de la llegada de los nuevos vecinos, así que hemos trabajado a destajo desde que se advirtieron los movimientos de los desplazados, a mediados del año pasado. Primero con un sistema de urgencia de abastecimiento de agua, y luego con un sistema definitivo de perforaciones y bombas de agua, que yo he tenido la suerte de completar.









Tengo una pequeña casita en la misión católica, donde los padres franciscanos tienen su iglesia, una escuela con más de 350 alumnos y un taller de carpintería donde forman a carpiteros y artesanos para darles un pequeño oficio. Cada día me levanto a las 6 de la mañana y como muy tarde, a la cama a las 9 de la noche. Debo caminar unos 10 kilómetros cada día por el pueblo, visitando los distintos trabajos y hablando con tanta gente como puedo. Soy algo así como la atracción del pueblo, el "Mosongo" (blanco), todos me conocen y a veces me siento como en "El Show de Truman", todos saben donde estoy y qué hago en todo momento, pero no me molesta, son nobles y amables, me siento afortunado de convivir con ellos, y cuando paseo y oigo: "bonjour, Ioné!", no puedo evitar sonreir y sentirme feliz.



El pueblo está divido por un río, y para cruzarlo sólo hay piraguas o una pequeña plataforma metálica arrastrada a motor por cables de acero, cruzar puede suponer 20 minutos o 3 horas, nunca se sabe, a veces se rompe el motor, otras veces el cable, de vez en cuando el encargado se queda dormido entre los arbustos y nadie lo encuentra, y otras veces hay una cola de tres camiones para cruzar, así que, como para todo lo demás, las prisas no ayudan, y poco a poco vas desarrollando la paciencia necesaria para ponerle a todo una sonrisa...





En la misión católica se vive bien, comemos de maravilla, y todo el mundo parece estar siempre de buen humor, las condiciones serían penosas comparado con Europa, pero duermo a unos 75 metros del campamento de desplazados, así que me siento como en un hotel de 5 estrellas, tengo electricidad un par de horas al día y una pequeña ducha para mi solo, lo cual me hace sentir hasta culpable muchas veces. Es increíble como podemos cambiar nuestra mentalidad, a veces pienso el ataque de histeria que supone encontrar un bicho en casa en Canarias, y aquí comparto mi habitación con arañas, ratones, cucarachas, y un largo etcétera, y ya ni me molesto en intentar echarlos. Sin embargo, hay cosas que no dejan de sorprenderme, una mañana entré al baño y me encontré una cría de cabra escondida detrás del retrete (???), y hace un par de noches, un extraño sonido me despertó a las 3 de la mañana, casi me muero de miedo cuano vi que un murciélago sobrevolaba mi cama como un loco, intentando encontrar la salida de la habitación. No voy a mentir, me acojoné mucho!



Cada día, pase lo que pase, al caer la tarde, me voy al campo de desplazados a dar un paseo, los hombre vuelven de trabajar en el campo, las mujeres preparan la cena, y los niños se juntan hambrientos en torno a sus casas. Es el mejor momento del día, me inspira y me relaja, le da sentido a lo que hago, a cada esfuerzo, a cada minuto dedicado a ellos. Me sorprende y me sobrecoge la energía que desprenden, el cariño con que me tratan, y la sonrisa imborrable en sus caras... Son ellos los que han vivido una tragedia tras otra, los que no tienen nada, los que sobreviven cada día sin saber si habrá mañana, y aún así, son ellos los que me reconfortan a mí. Yo sólo les doy agua, me siento en deuda con ellos cada día...


Brocheta de termitas, delicatessen de la zona...





Por el momento quedan unos días de trabajo en Rafaï, y después continuaremos en otras zonas d ela región, aún queda mucho por hacer, así que esta nueva etapa no ha hecho más que empezar.